Si viajar es un placer, hacerlo para encontrarte con algunos de los paisajes naturales más espectaculares del planeta, es un regalo para el alma.

En un mundo cada vez más urbanizado, escapar a paisajes salvajes, montañas majestuosas o selvas exuberantes se convierte en una forma de reconectar con lo esencial y con nuestra Madre Tierra.

Estos 10 destinos que te voy a proponer a continuación son ideales para los que sueñan con caminar entre glaciares, escuchar el canto de aves exóticas o contemplar auroras boreales.

Lugares únicos donde la naturaleza marca el ritmo y cada uno de tus pasos se convierte en una aventura inolvidable.

 

1. Patagonia chilena y argentina, el fin del mundo más salvaje

La Patagonia, compartida por Chile y Argentina, es un territorio donde la naturaleza se muestra en su forma más pura y sobrecogedora. Aquí todo parece multiplicado: la fuerza del viento, la inmensidad de los paisajes, el silencio absoluto y la sensación de estar lejos de todo, en un rincón remoto del planeta que aún late con su propio ritmo.

En el lado chileno, el Parque Nacional Torres del Paine es una auténtica joya de la naturaleza. Sus icónicas agujas de granito se alzan imponentes sobre lagos color turquesa y glaciares milenarios. Senderos como el W Trek o el Circuito O son experiencias que conectan profundamente con el entorno, con cada paso acompañado por el vuelo majestuoso de los cóndores. Más al norte, la Carretera Austral atraviesa un mosaico de paisajes: bosques húmedos, fiordos, ríos cristalinos y glaciares que parecen tocar el mar.

En el lado argentino, la región de El Calafate es el punto de partida para contemplar uno de los espectáculos naturales más famosos del mundo: el Glaciar Perito Moreno, una masa de hielo viva que cruje, se mueve y desprende bloques en un estruendo inolvidable. Un poco más al norte, en El Chaltén, las cumbres míticas del Fitz Roy y el Cerro Torre desafían a montañistas y enamoran a fotógrafos con su silueta perfecta, a menudo enmarcada por cielos despejados de un azul imposible.

Más allá de sus iconos, la Patagonia es estepas infinitas salpicadas de guanacos y ñandúes, bosques australes que huelen a tierra húmeda, glaciares escondidos y noches bajo un cielo tan limpio que parece inventado.

Es un destino que se vive con calma, con ropa de abrigo y con la certeza de que cada instante será un recuerdo imborrable.

Mi recomendación de experiencias en este destino:

  • Navegar entre témpanos en el Lago Grey o frente al glaciar Perito Moreno.

  • Realizar trekkings de diferentes niveles en Torres del Paine o El Chaltén.

  • Recorrer en vehículo la Carretera Austral, deteniéndose en miradores y pueblos remotos.

  • Disfrutar de un asado patagónico en una estancia local.

  • Observar fauna salvaje como cóndores, guanacos, zorros y, con suerte, pumas.

  • Terminar el día en un lodge de montaña con vistas a las cumbres iluminadas por el atardecer.

2. Costa Rica, Pura Vida en estado natural

Costa Rica es un país pequeño en tamaño pero gigantesco en naturaleza. Considerado uno de los destinos con mayor biodiversidad del planeta, ofrece un mosaico de paisajes que van desde selvas tropicales y manglares hasta volcanes activos, cascadas de aguas cristalinas y playas de arena blanca bañadas por el Pacífico y el Caribe.

En el Parque Nacional Tortuguero, solo accesible por barco o avioneta, te adentras en un laberinto de canales rodeados de selva primaria, hogar de monos aulladores, perezosos, iguanas, tucanes y ranas diminutas de colores intensos. En temporada, sus playas se convierten en uno de los puntos de anidación de tortugas marinas más importantes del mundo, un espectáculo natural que emociona profundamente.

El Parque Nacional Manuel Antonio, por su parte, combina senderos que atraviesan bosques repletos de vida con algunas de las playas más bonitas de Centroamérica. Y si buscas un lugar donde sentirte explorador, Corcovado, en la Península de Osa, es un santuario salvaje y remoto considerado por National Geographic como “el lugar más intenso en biodiversidad del planeta”.

Además de su riqueza natural, Costa Rica permite combinar aventura y descanso con facilidad. El Volcán Arenal, aún activo, ofrece paisajes impresionantes y la posibilidad de relajarte en aguas termales naturales tras un día de caminatas. Las playas del Pacífico, como las de Guanacaste, invitan a practicar surf o simplemente dejarse llevar por el ritmo pausado de la vida costera.

Costa Rica no solo enamora por lo que ves, sino por cómo te hace sentir: conectada con la naturaleza, más consciente y, como dicen sus habitantes, viviendo la auténtica pura vida.

Mi recomendación de experiencias en este destino:

  • Navegar en canoa por los canales de Tortuguero al amanecer.

  • Caminar por puentes colgantes entre las copas de los árboles en Monteverde.

  • Observar el espectáculo de la anidación de tortugas marinas.

  • Bañarse en aguas termales con vistas al Volcán Arenal.

  • Practicar tirolina (canopy) y rafting en entornos seguros y rodeados de selva.

  • Terminar el viaje en una playa tranquila del Caribe o el Pacífico, con los pies en la arena, para un contraste súper enriquecedor.

3. Islandia, la isla donde la Tierra respira

Islandia es un lugar que parece diseñado para recordarnos que la naturaleza sigue teniendo la última palabra. Es un país que se siente vivo, donde la Tierra respira a través de sus géiseres, se agita con la actividad de sus volcanes y se viste de blanco con glaciares eternos. Un enorme parque natural que, en apenas unas horas de recorrido, puede sorprenderte con paisajes completamente diferentes.

La famosa Gullfoss, con su estruendo y su bruma dorada, y Skógafoss, que cae con una fuerza hipnótica desde más de 60 metros, son solo dos ejemplos de sus cascadas majestuosas. Entre ellas, campos de lava cubiertos de musgo, playas negras azotadas por el Atlántico y cañones esculpidos durante milenios componen un escenario que parece sacado de otro planeta.

En verano, recorrer la isla en coche o furgoneta es una experiencia en sí misma. Puedes detenerte donde te apetezca, caminar por senderos que llevan a glaciares como el Vatnajökull, navegar entre icebergs en la laguna de Jökulsárlón o relajarte en aguas termales naturales con vistas a un paisaje volcánico.

En invierno, la magia cambia de forma. Las noches se alargan y, cuando el cielo está despejado, las auroras boreales aparecen como pinceladas de luz que bailan en silencio. Es un espectáculo que te deja sin palabras y que, créeme, se graba en la memoria para siempre.

Islandia no es solo un destino para ver: es un lugar para sentir, para escuchar el viento y el silencio, para oler la tierra húmeda y para dejarte envolver por la fuerza pura y salvaje de nuestro planeta.

Mi recomendación de experiencias en este destino:

  • Recorrer el Círculo Dorado, incluyendo Þingvellir, Gullfoss y Geysir.

  • Navegar entre icebergs en Jökulsárlón.

  • Caminar por un glaciar acompañado de un guía experto.

  • Relajarte en la Blue Lagoon o en termas naturales menos conocidas.

  • Explorar las cuevas de hielo durante el invierno.

  • Disfrutar de un road trip en verano, durmiendo en encantadores hoteles de lujo.

4. Namibia, donde el silencio tiene voz

Namibia es uno de esos destinos que te envuelve con su inmensidad y te recuerda lo pequeños que somos frente a la naturaleza.

Aquí, los paisajes no solo se contemplan: se escuchan, se huelen y se sienten en cada poro de la piel. Es un país de contrastes profundos, donde la arena roja del desierto se funde con el cielo y el silencio se convierte en protagonista.

El Desierto del Namib es el corazón de esta experiencia. Sus dunas rojas de Sossusvlei y Deadvlei, altas como montañas, regalan amaneceres y atardeceres que parecen salidos de un lienzo, con una luz que cambia los colores cada minuto. Entre ellas, los árboles petrificados de Deadvlei —testigos inmóviles de miles de años— crean un paisaje casi irreal que transmite una belleza inquietante.

En el norte, el Parque Nacional Etosha ofrece uno de los safaris más espectaculares de África. Su enorme salar blanco actúa como un espejo donde se congregan elefantes, jirafas, cebras, leones e incluso el escaso rinoceronte negro. Observarlos beber juntos en los abrevaderos al atardecer es un espectáculo que se graba para siempre en la memoria.

Y después está la misteriosa Skeleton Coast: una costa inhóspita donde el desierto se encuentra con el Atlántico en un abrazo dramático. Aquí las nieblas matinales envuelven los restos de barcos encallados y enormes colonias de focas conviven con la fuerza salvaje del mar.

Namibia no es solo un destino para fotografiar —aunque cada rincón parezca una postal—, es un lugar para desconectar del ruido del mundo y reconectar con uno mismo. Es un viaje que transforma, que calma y que enseña a mirar de otra manera.

Mi recomendación de experiencias en este destino:

  • Subir a la cima de Big Daddy, una de las dunas más altas del mundo, para contemplar el amanecer.

  • Sobrevolar en avioneta el desierto y la Skeleton Coast.

  • Realizar un safari fotográfico en Etosha, especialmente en la estación seca.

  • Visitar un poblado himba para conocer su cultura ancestral.

  • Dormir en un lodge en mitad del desierto bajo un cielo lleno de estrellas.

  • Recorrer la costa en 4×4 y visitar Cape Cross, hogar de miles de focas.

5. Rocosas canadienses, el azul más puro entre montañas

Las Montañas Rocosas canadienses no son solo un destino, son un universo natural donde cada rincón parece diseñado para sorprender. Más que un parque, es un mundo entero de picos nevados, lagos turquesa y bosques infinitos que cambian de color con las estaciones.

Aquí, la naturaleza impone su grandeza y tú solo puedes rendirte ante ella.

Los parques nacionales de Banff, Jasper y Yoho son auténticos santuarios de belleza. El azul intenso de Lake Louise y Moraine Lake es tan irreal que cuesta creer que no haya sido retocado; rodeados de montañas escarpadas y bosques densos, estos lagos ofrecen escenarios perfectos para pasear, remar en kayak o simplemente sentarse a contemplar.

En verano, las Rocosas invitan a recorrer rutas de senderismo que se adentran en valles alpinos, cruzan puentes colgantes sobre ríos de aguas glaciares y llevan hasta miradores con vistas que quitan el aliento. En otoño, el bosque se tiñe de dorado y el paisaje se vuelve cálido y melancólico. En invierno, la nieve transforma todo en un paraíso para el esquí, las raquetas o los paseos en trineo.

La fauna salvaje es parte esencial de la experiencia. No es raro encontrarse con alces cruzando una carretera secundaria, avistar osos negros o grizzly desde la distancia o ver águilas planeando sobre los lagos.

Aquí, cada día es una oportunidad para reconectar con la naturaleza en su estado más puro.

Mi recomendación de experiencias en este destino:

  • Pasear o remar en Lake Louise al amanecer, cuando la luz es más suave.

  • Recorrer la Icefields Parkway, una de las carreteras más espectaculares del mundo.

  • Caminar sobre el glaciar Athabasca con un guía especializado.

  • Realizar un crucero por Maligne Lake hasta Spirit Island.

  • Disfrutar de baños termales naturales en Banff después de un día de senderismo.

  • Visitar el Emerald Lake en Yoho, especialmente al atardecer.

6. Indonesia, el archipiélago de la infinita diversidad

Indonesia es un universo en sí misma. Con más de 17.000 islas, este país ofrece un mosaico de paisajes y culturas tan amplio que cada viaje se siente como varios destinos en uno. Aquí, la naturaleza se manifiesta en todas sus formas: volcanes que respiran, selvas densas donde habitan especies únicas, arrozales que parecen esculpidos a mano y playas que rivalizan con las mejores postales.

En Bali, la espiritualidad se respira en cada rincón: templos sagrados entre lagos y montañas, ofrendas florales en cada puerta y arrozales infinitos en terrazas que se tiñen de verde esmeralda. La isla es también un refugio para quienes buscan bienestar, con retiros de yoga y spas rodeados de naturaleza.

Java fascina con el amanecer sobre el volcán Bromo y los imponentes templos de Borobudur y Prambaran, patrimonio de la humanidad. Borneo invita a una aventura en toda regla explorando sus ríos selváticos, avistando a monos narigudos y a orangutanes en libertad.

Para quienes buscan aventura marina, las islas de Komodo son un paraíso tanto bajo el agua —con arrecifes vibrantes llenos de vida— como en tierra firme, hogar del legendario dragón de Komodo e ideales para unos dias de navegación.

Y si lo que se desea es lujo y relax, islas como Sumba o la reserva marina de Bawah ofrecen exclusividad al más alto nivel a la par que contacto directo con fabulosos entornos vírgenes.

En Indonesia, la naturaleza y la hospitalidad local se entrelazan para ofrecer experiencias que van desde el trekking en volcanes humeantes hasta la exploración de fondos marinos donde la biodiversidad es simplemente asombrosa.

Mi recomendación de experiencias en este destino:

  • Asistir a una ceremonia tradicional en un templo balinés.

  • Hacer trekking al amanecer en el volcán Bromo.

  • Avistar orangutanes en la selva de Sumatra o Borneo.

  • Bucear o hacer snorkel en Raja Ampat, uno de los ecosistemas marinos más ricos del mundo.

  • Navegar entre islas en un barco tradicional phinisi.

  • Relajarte en una villa privada en Sumba o Bawah para un final de viaje apoteósico.

7. Bután

Bután es un pequeño reino escondido en las alturas del Himalaya que parece vivir al margen del tiempo. Aquí, el éxito de un país no se mide en cifras económicas, sino en Felicidad Nacional Bruta, un concepto que impregna la vida diaria y se percibe en la calidez de su gente, la preservación de sus tradiciones y el respeto profundo por la naturaleza.

Sus valles —Paro, Punakha o Bumthang— son auténticas postales vivas: campos de arroz en tonos cambiantes según la estación, ríos que serpentean entre montañas, aldeas donde el tiempo parece haberse detenido y monasterios budistas que emergen en lugares imposibles. Entre ellos, destaca el Monasterio del Nido del Tigre (Taktsang), colgado de un acantilado a 3.000 metros de altura, uno de los lugares más sagrados y sobrecogedores del país.

Bután es perfecto para caminatas que combinan naturaleza y espiritualidad. No se trata de llegar rápido, sino de disfrutar del camino: cruzar puentes colgantes decorados con banderas de oración, entrar en templos donde monjes recitan mantras y respirar el aire puro de montañas que para los locales son sagradas.

La política de turismo sostenible limita el número de visitantes, lo que garantiza una experiencia auténtica y sin masificaciones. Cada día aquí tiene un ritmo pausado, pensado para contemplar, conectar y sentir.

Es un destino que no solo se visita: se vive con el corazón abierto.

Mi recomendación de experiencias en este destino:

  • Realizar la caminata hasta el Monasterio del Nido del Tigre en Paro.

  • Pasear entre los campos y templos del valle de Punakha, visitando su famoso dzong.

  • Asistir a un tsechu, festival tradicional lleno de color y danzas sagradas.

  • Practicar meditación guiada por un monje en un monasterio.

  • Recorrer los mercados locales para descubrir artesanías y productos típicos.

  • Disfrutar de vistas panorámicas del Himalaya desde el paso de Dochula.

8. Nueva Zelanda, donde la naturaleza es puro espectáculo

Nueva Zelanda es un destino que parece diseñado para dejarte sin aliento a cada paso.

Sus paisajes, famosos por haber sido el telón de fondo de El Señor de los Anillos, combinan montañas escarpadas, fiordos profundos, glaciares imponentes, playas salvajes y bosques húmedos llenos de vida. Es un lugar donde, en un solo día, puedes caminar por un glaciar, navegar entre fiordos y terminar la tarde en una playa dorada.

La Isla Norte seduce con su cultura maorí, sus playas volcánicas y sus paisajes de otro planeta, como los del Parque Nacional de Tongariro, donde el Tongariro Alpine Crossing —considerada una de las mejores caminatas de un día del mundo— te lleva entre cráteres, lagos de color esmeralda y vistas infinitas. Rotorua, con sus géiseres y piscinas de barro burbujeante, es otro de esos lugares donde la Tierra se muestra viva.

En la Isla Sur, la naturaleza se vuelve aún más dramática. Los fiordos de Milford Sound y Doubtful Sound ofrecen un espectáculo de montañas que caen a pico sobre aguas oscuras, envueltas en cascadas y brumas misteriosas. Rutas como la Milford Track o la Routeburn Track permiten adentrarse en este escenario mágico, mientras que en la Costa Oeste los glaciares Fox y Franz Josef descienden casi hasta tocar el bosque.

Nueva Zelanda no solo es para senderistas experimentados; es un paraíso para cualquier amante de la naturaleza que busque diversidad de paisajes, aire puro y una sensación de libertad absoluta.

Cada carretera es una promesa de nuevas maravillas y cada mirador, una postal que querrás guardar para siempre.

Mi recomendación de experiencias en este destino:

  • Recorrer el Tongariro Alpine Crossing y sentirte en un paisaje volcánico único.

  • Navegar por Milford Sound al amanecer o al atardecer.

  • Experimentar el helihike, que consiste en sobrevolar en helicóptero el glaciar Franz Josef para luego hacer una caminata sobre su nieve virgen.

  • Realizar la Routeburn Track para descubrir algunos de los valles más bellos del país.

  • Visitar Hobbiton y revivir escenas de El Señor de los Anillos.

  • Practicar kayak en Abel Tasman National Park, entre playas y bosques costeros.

9. Amazonas, el latido verde de la Tierra

El Amazonas es mucho más que una selva: es un universo vivo que respira, late y sostiene el equilibrio del planeta.

Conocido como el pulmón del mundo, este ecosistema se extiende por nueve países sudamericanos y alberga una biodiversidad que no tiene rival. Aquí, cada hoja, cada río y cada criatura forman parte de una red natural perfecta, tan frágil como poderosa.

En sus aguas navegan los misteriosos delfines rosados, mientras que en lo más profundo de la selva, jaguares, tapires y monos aulladores se mueven con total libertad. El cielo se llena del colorido de guacamayos y tucanes, y el aire se impregna con el aroma húmedo de la tierra y la vegetación.

Explorar el Amazonas es adentrarse en un mundo donde el tiempo se mide por el ritmo del río y el canto de las aves. La experiencia puede vivirse en distintos países: en Brasil, recorriendo el río Negro desde Manaos; en Perú, navegando desde Iquitos hasta lodges en plena selva; o en Colombia, explorando la región de Leticia y la triple frontera.

Más allá de la fauna y la flora, el Amazonas también es hogar de comunidades indígenas que han vivido en armonía con este entorno durante siglos. Conocer sus tradiciones, escuchar sus historias y aprender de su relación con la naturaleza es un privilegio que transforma la forma en que entendemos el mundo.

Mi recomendación de experiencias en este destino:

  • Navegar en canoa por afluentes estrechos al amanecer o al anochecer.

  • Observar el vuelo de guacamayos al amanecer.

  • Hacer caminatas guiadas por la selva para descubrir plantas medicinales.

  • Nadar (en zonas seguras) junto a delfines rosados.

  • Pasar una noche en un lodge remoto o en un barco en el río y escuchar la sinfonía nocturna de la selva.

  • Compartir un día con comunidades locales y aprender sobre su cultura.

10. Antártida, el último continente virgen

Viajar a la Antártida es acercarse a uno de los pocos lugares del planeta que sigue prácticamente intacto. Es un viaje que no se mide en kilómetros, sino en emociones.

Aquí, el silencio es absoluto, roto solo por el crujir del hielo y el canto de las aves marinas. La inmensidad es tal que cuesta creer que sea real: un mundo blanco y azul donde el horizonte parece infinito.

La forma más habitual de llegar es en barco desde Ushuaia, atravesando el temido Paso de Drake, que ya es toda una aventura. Al acercarte a la Península Antártica, comienzan a aparecer icebergs de formas imposibles, glaciares que se desprenden en un estruendo y colonias de pingüinos que te observan con curiosidad.

La fauna aquí es protagonista indiscutible: pingüinos emperador, ballenas jorobadas, focas leopardo y aves que surcan los cielos sin fin. Cada desembarco en zodiac te lleva a un lugar distinto: bahías protegidas, playas de guijarros habitadas por miles de pingüinos o miradores naturales desde donde contemplar la magnitud del continente.

En verano austral, cuando las temperaturas son más suaves, el hielo se abre y permite navegar por canales como el Lemaire, uno de los más bellos del mundo. Aquí la luz cambia constantemente, pintando el paisaje con tonos dorados, rosados y plateados.

La Antártida no es un destino de lujo en el sentido clásico: su lujo es la exclusividad de estar en un lugar que muy pocos han pisado, la pureza de sus paisajes y la certeza de estar viviendo algo irrepetible.

Es un viaje que transforma, que te conecta con la esencia más salvaje y que te recuerda la fragilidad y la grandeza de nuestro planeta.

Mi recomendación de experiencias en este destino:

  • Navegar por el Canal Lemaire y contemplar sus paredes de hielo.

  • Observar colonias de pingüinos desde pocos metros de distancia.

  • Participar en excursiones en zodiac para explorar bahías y glaciares.

  • Avistar ballenas y focas en su hábitat natural.

  • Acampar en la Antártida para vivir una noche única bajo las estrellas australes.

  • Escuchar, en silencio, el sonido del hielo rompiéndose.

 

Estos 10 destinos imprescindibles son solo el punto de partida para dejarse maravillar por la grandeza de nuestra naturaleza.

Viajar a estos lugares no es solo hacer turismo: es aprender a valorar cada rincón de nuestro planeta, a respetar su equilibrio y regresar a casa con la retina llena de imágenes inolvidables y con el alma en calma.

Si sueñas con explorar estos u otros paraísos sin preocupaciones, contáctame y organizaré cada detalle para ti, para que solo tengas que disfrutar de tu conexión con la naturaleza.

Un abrazo,

Bárbara